primas de estos productos fabricados [y 2) el trabajo añadido a ellas]. Es cierto que estas materias primas son un producto de la agricultura, pero una parte de su producto que no vuelve a entrar para nada en el salario ni en la ganancia. Si no existiera capitalista, el cultivador tampoco podría registrar como salario esta parte de su producto. De hecho, tendría que entregársela gratis al fabricante de maquinaria, para que éste le hiciese con ella una máquina y, además, se vería obligado a pagar el trabajo añadido a esta materia prima (incluyendo el salario más la ganancia). Y así sucede, en efecto. El fabricante de maquinaria compra la materia prima, pero en la compra de la máquina el agricultor tiene que volver a comprarle a él esta materia prima, ara el caso es, pues, lo mismo que si no se la hubiese vendido, sino que la hubiese prestado al fabricante de maquinaria para que éste le diera la forma de máquina. Por tanto, la parte de valor de la maquinaria empleada en la agricultura que se reduce a materia prima, aunque sea producto de la agricultura y su parte de valor pertenezca a la producción, no pertenece al productor, y figura, por tanto, entre sus costos, al igual que la simiente. En cambio, la otra parte, la que representa el [69] trabajo de fabricación de la maquinaria, es «producto fabricado», que entra en la agricultura como medio de producción, exactamente lo mismo que la materia prima entra como medio de producción en la industria.
Así, pues, si bien es cierto que la empresa «producción en bruto» suministra a la empresa «industria» el «valor material» que entra como partida en el patrimonio-capital del fabricante, no es menos cierto que la empresa «industria» suministra a la empresa «producción en bruto» el valor de la maquinaria que entra totalmente ( incluyendo la parte formada por materias primas ) en el patrimonio-capital del arrendatario, sin que esta «parte integrante del valor» le suministre plusvalía. Y a ello se debe el que en la high agriculture , [87] como la llaman los ingleses, la tasa de ganancia parezca menor que en la agricultura menos desarrollada, a pesar de ser más elevada allí la tasa de plusvalía.
Esto le da al señor Rodbertus, al mismo tiempo, un argumento palmario de cuán indiferente es, con respecto a la esencia de un adelanto de capital , el que la parte de valor del producto que se invierte en capital constante se reponga en especie y, por tanto, se calcule simplemente como mercancía —como valor en dinero—, o llegue realmente a enajenarse y pase por el proceso de la compra-venta. Si, por ejemplo, el hombre de la producción en bruto suministrase gratis al fabricante de maquinaria el hierro, el cobre, la madera, etc., contenido en sus máquinas, de tal modo que éste, al venderle la máquina, descontara de ella el trabajo añadido y el desgaste de su propia máquina, tendríamos que esta máquina le costaría al agricultor exactamente lo mismo que le cuesta ahora y que figuraría como capital constante, como capital adelantado en su producción, la misma parte de valor que ahora: exactamente de igual modo que da lo mismo que un campesino venda toda su cosecha y con la parte de valor de ella que representa la simiente (la materia prima) compre simiente a otro —tal vez para aprovecharse de un cambio útil en cuanto a la clase de simiente y evitar que ésta degenere por falta de cruzamiento— o que se limite a descontar directamente de su producto esta parte de valor, para incorporarlo a la tierra.
Lo que ocurre es que el señor Rodbertus, para establecer sus cálculos, concibe de un modo falso la parte del capital constante formado por la maquinaria.
Un segundo punto de vista que es necesario tener en cuenta en [el caso II de] el señor Rodbertus es el siguiente. Rodbertus nos habla de los productos fabricados y agrícolas que forman el ingreso , lo que es algo completamente distinto que si se hablara de los productos fabricados y