simplemente falsa: el reconocimiento es explícito desde la primera edición, aunque se pasa por alto en el índice de la tercera y posteriores ediciones). Lo mismo ocurre con las similitudes ente Kuhn y Feyerabend, a pesar del hecho de que estuvieron en estrecha comunicación durante 1960 y 1961 (Hoyningen-Huene, «Three Biographies», 2005). Isaac afirma que leer a Kuhn, junto a estos otros autores, como oponente al positivismo «combina la recepción del libro de Kuhn con el contexto histórico de su composición» (4; el texto clásico de recepción es Shapere, «The Structure of Scientific Revolutions», 1964). Pero el mismo Kuhn aprobó la interpretación que Isaac quiere anular (Kuhn, The Road since Structure , 2000:90-91).
De este modo Isaac resta importancia al ataque directo de la Structure contra el positivismo, que, según Kuhn, apuntaló «la interpretación contemporánea más prevalente de la naturaleza y función de la teoría científica» (Kuhn, Structure , 1996:98-103; Isaac, Working Knowledge , 2012:231-232; para una explicación resumida de esta interpretación contemporánea, véase Hesse, «Comment», 1982:704), y representa de forma confusa el contexto de la composición de la Structure . La lectura «local» que hace Isaac de Kuhn en un contexto de Harvard es valiosa, pero Kuhn se fue de Harvard en 1956; por lo tanto, el texto clave para una lectura de Harvard no debería ser la Structure sino The Copernican Revolution , publicado en 1957, un texto que Isaac ignora en gran medida; y la Structure se lee correctamente (según Isaac parece reconocer ocasionalmente) como una implicación en un debate mucho más amplio, internacional y antipositivista.
No todos estarán de acuerdo en que las verdades de las matemáticas son necesarias. Wittgenstein sostenía que «hacemos» o «inventamos» las verdades matemáticas, no las «descubrimos» (http://plato.stanford.edu/entries/wittgenstein-mathematics/ revisado el 21 de febrero de 2011), y el programa robusto busca extender este principio de las matemáticas a la ciencia (Bloor, «Wittgenstein and Mannheim», 1973). La pregunta que planteo no es «¿Estaban Regiomontano y Hobbes en lo cierto con referencia a las matemáticas?», sino «¿De qué manera su comprensión de las matemáticas ayudó a establecer el trabajo preliminar para el conocimiento científico fiable?». Incluso Wittgenstein sostenía que existe una realidad que corresponde a las verdades matemáticas, pero «la realidad que les corresponde es que tenemos un uso para ellas» (Conant, «On Wittgenstein’s Philosophy of Mathematics», 1997:220). La ciencia es uno de los usos que tenemos para nuestras matemáticas, y nuestras matemáticas y nuestra ciencia se sostienen mutuamente entre sí. Bloor, cuando discute la utilidad de las matemáticas, asume tácitamente que es útil al hacer posibles determinados tipos de relaciones sociales; así, piensa que sería adecuado decir que las matemáticas son una ideología, como el monarquismo (189); pero las matemáticas implican asimismo lo que Wittgenstein denomina «nuestros requerimientos prácticos» (188), y si 2 + 2 = 4 es una norma, no lo es como el derecho divino de los reyes, sino más bien como «cuando preparas una mayonesa has de añadir el aceite de gota en gota».
Una manera de eludir el argumento relativista estándar de que no se puede distinguir entre la ciencia buena y la ciencia mala, al tiempo que se evite una llamada a la realidad independiente, es argumentar que la propia realidad cambia, de manera que entonces se puede tratar «simétricamente» a la naturaleza y a la sociedad como parte de la misma historia. Este es el enfoque de la Teoría del Actor Red (ANT); para un ejemplo impresionante, véase Law, «Technology and Heterogeneous Engineering» (1987), y, para el pensamiento que hay detrás de este enfoque, Latour, «The Force and the Reason of Experiment» (1990), y Latour, «One More Turn after the