como las otras muchachas?
Después de que se fue la muchacha, el prÃncipe prendió una vela y rezó. Dejó un vestido nuevo para la estatua, y luego corrió a casa. Le dijo a la reina: âMadre, haz que tu costurera haga el vestido más fino que pueda. Mándalo a la niña pobre que vive en el pueblo. Y manda hacer al orfebre unas zapatillas de oro para ella también.
Por supuesto que la reina se lo concedió, y los sirvientes entregaron los regalos a la pobre. La niña gritó a su madre: â¡Mira! Mi rogación se cumplió. âY abrazó y besó a su madre.
Luego corrió a la casa de al lado para mostrar a las muchachas vecinas lo que habÃa recibido. Lo que no sabÃa era que las vecinas eran muy codiciosas, y la vista del vestido hermoso y las zapatillas de oro les llenó de envidia. Echaron un encanto a las zapatillas, para que quienquiera que se las pusiera cayera en un sueño profundo, como si estuviera muerto.
El próximo domingo la pobre se puso el vestido nuevo para ir a la iglesia y agradecer a Santa MarÃa. Se disponÃa a ponerse una zapatilla de oro, pero luego pensó: âEstas zapatillas se me van a ensuciar en el camino a la iglesia. Las llevo y me las pongo cuando llegue ahÃ.â
Asà que llevó las zapatillas a la iglesia. En un rincón, junto a la estatua de Santa MarÃa, se sentó y se puso una zapatilla. Bostezó y movió la cabeza, porque tenÃa mucho sueño. Se puso la otra zapatilla y se hundió en un sueño profundo. DormÃa tan profundamente que ni respiraba.
El padre llegó a la iglesia y la encontró. â¡Es un milagro! â boqueóâ. Una nueva estatua de la santa ha aparecido. Y es tan realista en todo detalle. Ninguna mano humana serÃa capaz de hacer esta obra.
El padre colocó la nueva estatua en un nicho junto a la antigua y anunció a los feligreses que habÃan sido bendecidos con un milagro.
Ahora cada mañana el prÃncipe prendÃa una vela delante de las dos estatuas y para cada una traÃa un nuevo vestido.
Poco después de esto, el prÃncipe decidió que ya era tiempo para casarse. Por supuesto, hizo lo que hacen todos los prÃncipes cuando quieren encontrar novia. Planificó tres tardeadas de baile en su casa e invitó a la gente de cerca y de lejos a venir.
Entre las muchachas que vinieron de lejos habÃa dos que no tenÃan ropa fina para el baile. Pero vinieron de todos modos, esperando pedir prestados vestidos de gala. Tan pronto llegaron al pueblo fueron a la iglesia para rezar por buena suerte y vieron las dos estatuas ataviadas.
â¿Por qué no les quitamos los vestidos a estas estatuas? âdijo la una.
âClaro que sà ârespondió la otraâ. A las santas no les va a importar prestarnos sus vestidos. De todos modos, sus enaguas son más lindas que nuestros vestidos. Y devolveremos los vestidos para la mañana.
Asà que esa tarde las muchachas fueron al baile en los vestidos de las estatuas de la iglesia. La pasaron de maravilla, aunque no parecÃan llamarle la atención al prÃncipe. Pero, a decir verdad, tampoco lo hacÃa ninguna otra muchacha en el baile.
A la tarde siguiente, las muchachas volvieron a la iglesia para tomar prestados los vestidos de las estatuas. ImagÃnate el gusto que les dio ver que las estatuas llevaban puestos vestidos nuevos.
Otra vez todo el mundo se divirtió mucho en el baile, pero el prÃncipe todavÃa no parecÃa dispuesto a enamorarse de ninguna joven.
Al ver acercarse la tercera tarde, el prÃncipe comenzó a preocuparse. Tal vez el plan no diera resultado. Asà que antes de la hora del baile el prÃncipe fue a la iglesia para prender velas a las santas a las que estaba tan devoto. Cuando entró a la iglesia, vio a dos jóvenes a punto de quitarles los vestidos a las estatuas.
El prÃncipe se les acercó sin hacer ruido, para