Toca el piano borracho como un instrumento de percusión hasta que los dedos te empiecen a sangrar un poco

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Author: Charles Bukowski
Tags: Poesía
nos
    dice,
    «su fianza se aplicará».
    «¿qué?».
    «su fianza se aplicará».
    la fianza es de $50. la corte se guarda los diez.
    salimos y entramos en nuestros
    viejos autos.
    la mayor parte de nuestros coches luce peor que
    los basureros. algunos no tienen
    auto. la mayoría somos
    blancos pobres y mexicanos.
    los trenes están cruzando la
    calle. el sol está
    alto.
    el juez tiene una muy
    suave
    y delicada
    piel. el juez tiene
    mandíbulas
    gruesas.
    caminamos y conducimos alejándonos de la
    corte.
    de la justicia.

garras del paraíso
    mariposa de madera
    sonrisa de bicarbonato
    mosca de aserrín…
    me gusta mi barriga
    y el tipo de la licorería
    me llama
    «Sr. Schlitz».
    las cajeras de los hipódromos
    gritan
    «¡EL POETA SABE!»
    cuando cobro mis apuestas.
    las mujeres
    dentro y fuera de la cama
    dicen que me aman
    mientras camino con pies
    húmedos y pálidos.
    albatros ebrio
    calzoncillos sucios de Popeye
    zancudos de París,
    he limpiado las barricadas
    he dominado al
    automóvil
    a la resaca
    a las lágrimas
    pero conozco la
    condena final
    como un colegial mirando
    al gato machacado por
    el trafico.
    la bóveda de mi cerebro tiene
    una grieta de dos centímetros
    sólo me quedan los dientes
    de enfrente. Me desmayo
    en los supermercados
    escupo sangre cuando bebo
    whiskey
    y me entristezco hasta
    dolerme
    cuando pienso en todas las
    buenas mujeres que he conocido
    disueltas
    y desvanecidas
    en trivialidades:
    viajes a Pasadena,
    picnics con los niños,
    tapas de pasta dental
    en el desagüe.
    no hay nada que hacer
    mas que beber
    jugar a los caballos
    apostar al poema
    mientras las muchachas
    se vuelven mujeres
    y las ametralladoras
    apuntan hacia mí
    que me oculto
    tras paredes delgadas
    como párpados.
    no hay defensa
    excepto todos los errores
    cometidos.
    por ahora
    tomo un baño
    contesto el teléfono
    hiervo huevos
    estudio el movimiento y el desgaste
    y me siento bien
    como la siguiente vez
    caminando bajo el sol.

el solitario
    20 centímetros y medio de
    cuello
    68 años
    levantaba pesas
    cuerpo como de
    joven (casi)
    siempre la cabeza
    rapada
    y las botellas de oporto
    de medio galón
    las ventanas
    entabladas y
    el cerrojo puesto en la puerta
    tenias que tocar
    de una manera especial
    si querías entrar
    utilizaba cucharas de latón
    cuchillos
    garrotes
    armas de fuego
    tenía el pecho como de
    luchador
    nunca perdió
    sus lentes
    nunca juró
    nunca buscó
    problemas
    nunca se casó después de la muerte
    de su única
    esposa
    odiaba a los
    gatos
    a las cucarachas
    los ratones
    los humanos
    llenaba crucigramas
    rompecabezas
    iba siempre con un periódico
    en la mano
    ese cuello de 20 centímetros
    y medio
    para tener 68 había conseguido
    ser alguien
    todas aquellas tablas
    cruzadas tras las ventanas
    lavaba sus propios calzoncillos
    y calcetines
    mi amigo Red me llevó
    a conocerlo
    una noche
    conversamos
    un rato
    luego lo dejamos
    Red preguntó: «¿qué
    piensas?»
    «con más miedo a morir
    que el resto de nosotros», respondí.
    no he vuelto a ver a ninguno desde
    entonces.

El sandwich
    Caminé calle abajo por un sandwich
    submarino
    y un chico que salió de la calle
    del Instituto de Educación Sexual
    casi pasa sobre mis pies
    con su bici;
    tenía una barba negra y sucia
    ojos como de pianista ruso
    y el aliento de una puta del este de Kansas;
    me enojó que casi me matara
    un tonto en una chaqueta con lentejuelas;
    miré escaleras arriba y las chicas sentadas
    afuera de sus puertas
    soñando con viejas películas de Greta Garbo;
    Puse medio dólar en uno de los estantes de periódicos
    y tomé la ultima revista de sexo;
    luego entré en la tienda de sandwiches
    y pedí el submarino
    y un café grande.
    todas las que estaban ahí hablaban de
    cómo perder peso.
    pedí una orden
    de papas fritas.
    las chicas de los anuncios de la revista
    parecen chicas en anuncios de revista
    y me dicen que no esté solo
    que ellas pueden ayudarme:
    puedo azotarlas con cadenas o látigos
    o ellas
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