nos
dice,
«su fianza se aplicará».
«¿qué?».
«su fianza se aplicará».
la fianza es de $50. la corte se guarda los diez.
salimos y entramos en nuestros
viejos autos.
la mayor parte de nuestros coches luce peor que
los basureros. algunos no tienen
auto. la mayoría somos
blancos pobres y mexicanos.
los trenes están cruzando la
calle. el sol está
alto.
el juez tiene una muy
suave
y delicada
piel. el juez tiene
mandíbulas
gruesas.
caminamos y conducimos alejándonos de la
corte.
de la justicia.
garras del paraíso
mariposa de madera
sonrisa de bicarbonato
mosca de aserrín…
me gusta mi barriga
y el tipo de la licorería
me llama
«Sr. Schlitz».
las cajeras de los hipódromos
gritan
«¡EL POETA SABE!»
cuando cobro mis apuestas.
las mujeres
dentro y fuera de la cama
dicen que me aman
mientras camino con pies
húmedos y pálidos.
albatros ebrio
calzoncillos sucios de Popeye
zancudos de París,
he limpiado las barricadas
he dominado al
automóvil
a la resaca
a las lágrimas
pero conozco la
condena final
como un colegial mirando
al gato machacado por
el trafico.
la bóveda de mi cerebro tiene
una grieta de dos centímetros
sólo me quedan los dientes
de enfrente. Me desmayo
en los supermercados
escupo sangre cuando bebo
whiskey
y me entristezco hasta
dolerme
cuando pienso en todas las
buenas mujeres que he conocido
disueltas
y desvanecidas
en trivialidades:
viajes a Pasadena,
picnics con los niños,
tapas de pasta dental
en el desagüe.
no hay nada que hacer
mas que beber
jugar a los caballos
apostar al poema
mientras las muchachas
se vuelven mujeres
y las ametralladoras
apuntan hacia mí
que me oculto
tras paredes delgadas
como párpados.
no hay defensa
excepto todos los errores
cometidos.
por ahora
tomo un baño
contesto el teléfono
hiervo huevos
estudio el movimiento y el desgaste
y me siento bien
como la siguiente vez
caminando bajo el sol.
el solitario
20 centímetros y medio de
cuello
68 años
levantaba pesas
cuerpo como de
joven (casi)
siempre la cabeza
rapada
y las botellas de oporto
de medio galón
las ventanas
entabladas y
el cerrojo puesto en la puerta
tenias que tocar
de una manera especial
si querías entrar
utilizaba cucharas de latón
cuchillos
garrotes
armas de fuego
tenía el pecho como de
luchador
nunca perdió
sus lentes
nunca juró
nunca buscó
problemas
nunca se casó después de la muerte
de su única
esposa
odiaba a los
gatos
a las cucarachas
los ratones
los humanos
llenaba crucigramas
rompecabezas
iba siempre con un periódico
en la mano
ese cuello de 20 centímetros
y medio
para tener 68 había conseguido
ser alguien
todas aquellas tablas
cruzadas tras las ventanas
lavaba sus propios calzoncillos
y calcetines
mi amigo Red me llevó
a conocerlo
una noche
conversamos
un rato
luego lo dejamos
Red preguntó: «¿qué
piensas?»
«con más miedo a morir
que el resto de nosotros», respondí.
no he vuelto a ver a ninguno desde
entonces.
El sandwich
Caminé calle abajo por un sandwich
submarino
y un chico que salió de la calle
del Instituto de Educación Sexual
casi pasa sobre mis pies
con su bici;
tenía una barba negra y sucia
ojos como de pianista ruso
y el aliento de una puta del este de Kansas;
me enojó que casi me matara
un tonto en una chaqueta con lentejuelas;
miré escaleras arriba y las chicas sentadas
afuera de sus puertas
soñando con viejas películas de Greta Garbo;
Puse medio dólar en uno de los estantes de periódicos
y tomé la ultima revista de sexo;
luego entré en la tienda de sandwiches
y pedí el submarino
y un café grande.
todas las que estaban ahí hablaban de
cómo perder peso.
pedí una orden
de papas fritas.
las chicas de los anuncios de la revista
parecen chicas en anuncios de revista
y me dicen que no esté solo
que ellas pueden ayudarme:
puedo azotarlas con cadenas o látigos
o ellas